Padre Celestial, un nuevo día se alza ante mí como una montaña esperando ser conquistada.

Mis ojos se abren con gratitud, mi corazón late con propósito, mi espíritu arde con determinación. Este cuerpo que me has dado está listo para honrarte con cada movimiento, cada decisión, cada respiración.

Siento la energía divina corriendo por mis venas, despertando cada músculo, activando cada célula, encendiendo cada neurona. Mi mente está clara, mi voluntad es inquebrantable, mi fe mueve montañas.

Este día será extraordinario porque TÚ vives en mí. Cada repetición me acerca más a mi mejor versión. Cada desafío me fortalece. Cada momento es una oportunidad para brillar.

Gracias por este nuevo amanecer lleno de posibilidades infinitas.

Bendiceme, y bendice a mi familia, mi trabajo y con tu ayuda ya se están cumpliendo cada uno de mis objetivos.

Así es. Amén. Effata.

¡A conquistar este día con fe, fuerza y determinación!

Cuéntanos cómo te fué.