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¿Alguna vez has sentido que tus oraciones son una lista de peticiones que se repiten y pierden fuerza? Los grandes maestros espirituales, desde Jesús hasta pensadores modernos como Joel Osteen, nos enseñan que la oración más poderosa no es un grito de auxilio, sino una declaración de gratitud y certeza. Es el arte de alinear nuestro corazón con la abundancia que ya está dispuesta para nosotros, no por mérito, sino por gracia y conexión.
Hoy te compartimos una técnica sencilla pero profunda, inspirada en esta sabiduría. No requiere horas, sino una intención clara y un corazón abierto. Es el entrenamiento espiritual diario que fortalece tu fe y ajusta tu frecuencia a la paz y la provisión.
La técnica, el punto de conexión
- Encuentra tu espacio. Antes de decir palabra, siéntate o párate en quietud por solo 30 segundos. Respira profundamente tres veces. No se trata de vaciar la mente, sino de llegar a tu propio santuario interior. Es como sintonizar la radio del alma antes de transmitir.
- Siente, no solo digas. Mientras pronuncias las palabras, no las sueltes al aire. Impregna cada una con un sentimiento genuino. Si dices "gratitud", deja que una ola de agradecimiento real (por mi trabajo, por mi salud, por la vida) te recorra. Como enseñaba el Dr. Joseph Murphy, es el sentimiento el que imprime la oración en la mente subconsciente.
- Entregate con confianza. Al final, no te aferres. Haz como Jesús en Getsemaní: Confía y suelta. Di en tu interior: "y así es" o "que se haga según la perfecta voluntad". Este acto de entrega es el que disuelve la ansiedad y permite que la magia opere.
La oración de la mañana (declaración de fe y recepción)
"Señor, gracias por este nuevo día lleno de oportunidades. Presento ante ti mis pensamientos y proyectos, y confío en que me guías hacia lo más alto y lo mejor para mí. Me abro a recibir tu gracia y provisión en cada paso, sabiendo que todo bien ya fluye hacia mí. Amén."
¿Cómo hacerlo? Al despertar, incluso antes de revisar el teléfono, adopta una postura digna (sentado en la cama, de pie frente a la ventana). Sigue el proceso de encuentra tu centro. Al decir "todo está bien, ya fluye hacia mí", sonríe y abraza la sensación de que el día es un regalo por desenvolver. Concluye con entrega con confianza y comienza tu día.
La oración de la noche (reconocimiento y paz)
"Gracias Señor, por la vida, por las lecciones y los dones de este día. Perdono lo que haya sido afectado y libero lo que me inquieta. Confío en que, mientras descanso, tu amor restaura y ordena todo para mi bien mayor. Me entrego al sueño en perfecta paz. Amén."
¿Cómo hacerlo? En la quietud de tu habitación, bajo una luz tenue. Encuentra tu centro. Al decir "perdono y libero", visualiza suavemente cualquier tensión del día disolviéndose como azúcar en agua. Al pronunciar "me entrego al sueño en perfecta paz", acurrúcate en una posición cómoda y deja que un suspiro profundo de alivio marque la verdadera entrega. Es tu acto de cerrar el día en paz con el universo y contigo mismo.
Este pequeño ritual matutino y nocturno es tu entrenamiento de fe diario. No es un hechizo para controlar, sino una conversación amorosa para alinear. Hazlo incluso en los días en que no sientas nada. La constancia, con un corazón humilde y agradecido, construye el músculo espiritual que transforma la realidad desde dentro.
¡Tu espíritu también merece su ejercicio diario!
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